Hay momentos en la vida, en donde por edad o enfermedad hay que ser muy valiente para aceptar la necesidad de depender de máquinas o personas sin perder la dignidad. Tengo cerca casos de entereza y fortaleza, de la mejor gestión de esas situaciones, y del ejemplo de vida que nos dan a los demás.
Sin embargo hay otras dependencias creadas por y para uno mismo, como por ejemplo las necesidades materiales o la de tener otras personas para rellenar huecos de afectos que faltan, que se alejan de ser dignas de admiración, más bien todo lo contrario. Podrían tomarse como una señal para emprender un buen trabajo personal de superación y crecimiento para la mejor gestión de esas necesidades hasta que puedan quedar en algo deseable aunque no imprescindible ni causa principal de la felicidad.
Hace unos días, al salir muy temprano de casa, tuve la oportunidad por primera vez de contemplar un espacio normalmente muy concurrido, completamente vacío de gente, aunque no de vida. Habían sonidos, luces, pájaros, una luz tenue que iba dejando paso a la del sol que empezaba a despuntar, y di las gracias a la vida por demostrarme una vez más aunque de forma distinta, que a pesar de la sensación de vacío, no hay más soledad que la que podamos sentir en nuestra particular y personal percepción, porque solo hay que echar una mirada consciente alrededor para saber que no estamos solos.
Las necesidades son creadas por nosotros, y siempre que no sean básicas como respirar, comer, beber ..... mejor convertirlas (repito) en algo deseable aunque no imprescindible, para que no condicionen nuestra vida y mucho menos nuestra felicidad.
Hasta pronto.
Sagrario.